En
Novum Organum, Bacon analizo también los prejuicios más frecuentes con que
tropieza la imaginación científico-filosófica. A tales prejuicios les llamo ídolos
y distinguió los tipos que se describen.
Los
ídolos de la tribu: prejuicios inherentes a la especie humana, como son los
errores de los sentidos (creer, por ejemplo, que las estrellas son pequeñas
porque las vemos pequeñas) o la personalización (interpretar los hechos
naturales según esquemas humanos)
Los
ídolos de la caverna (alusión al mito platónico): son los prejuicios basados en
la individualidad, en las tendencias personales de cada uno, en la absolutización
de lo relativo, en considerar que lo habitual es lo verdadero y lo insólito lo
falso.
Los
ídolos del foro: son los prejuicios que se encuentran en la sociedad, en el
lenguaje, y que se transmiten preferentemente a través del sistema educativo.
Los
ídolos del teatro: son los prejuicios basados en la autoridad de que algunos
hombres gozan en el escenario público (ataque claro a los aristotélicos).
En
Bacon se dio una unión entre la especulación y la técnica. Situó el hacer (praxis)
y el entender (teoría) en un mismo plano de importancia, que resumió en el célebre
lema: saber es poder. Su interés por la aplicación tecnológica del saber fue la
culminación de numerosos intentos realizados por los pensadores renacentista
para el aprovechamiento de los recursos naturales y su racional dominio por la
humanidad. Esta preocupación se manifestó claramente en La Nueva Atlántida, utopía
fantástica científica en la que Bacon propuso una humanidad futura rica y feliz
a causa de los ilimitados beneficios por la técnica.
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