domingo, 9 de marzo de 2014

La utopía

La utopía

Otra forma de disconformidad con el pasado fueron las utopías, campo en el que destacaron Tomas Moro (1478-1535) y Tomasso di Campanella (1568-1639).
Ambos imaginaron sociedades igualitarias y simétricas que plasmaron en sendos modelos urbanos: La Ciudad de Utopía y la Ciudad del Sol. La ciudad, sede de las nuevas profesiones y actividades burguesas se convirtió en símbolo de libertad, frente al feudo, en el que los campesinos seguían bajo el yugo providencial y aristocrático.
En el mismo pueblo llano tomo cuerpo la utopía como deseo de cambio. De pronto se hizo realidad la vieja leyenda que afirmaba que más allá de Finisterre, al otro lado del inmenso mar que allí se abría, existía una tierra feliz, abundante y libre. Era lo que la imaginería del pueblo denomino tierra de Cucaña, de la que derivaron múltiples juegos y entretenimientos populares. Los mismos aventureros que a finales del siglo XV se adentraron en el temido océano Atlántico, para alcanzar las costas asiáticas navegando por aquellas aguas desconocidas, se encontraron de pronto con la sorpresa de una tierra imprevista, a la que acabaron llamando Nuevo Mundo. En aquellas tierras fértiles, verdes y luminosas buscaron inútilmente la tierra de promisión de El Dorado.

En un contexto de crisis de los valores medievales surgió la opción filosófica de interpretar la realidad como un todo, anticipándose así a la corriente panteísta (Dios entendido como el mundo). El hombre considerado como un microcosmos comenzó a sentirse vinculado al universo (macrocosmos), actitud que propicio la aparición de nuevas conductas místicas y también el desarrollo de las ciencias ocultas (alquimia, astrología, magia y quiromancia), basadas en el principio de que la vida humana está rodeada de signos y símbolos que es necesario descifrar.

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