domingo, 2 de febrero de 2014

La Patrística: San Agustín (354-430)

La Patrística: San Agustín (354-430)


San Agustín nació en Tagaste, una ciudad del norte de África, de padre pagano y madre cristiana (Santa Mónica).Durante su juventud llevo una vida turbulenta, entregado a diversiones y placeres de carácter pagano.
El problema filosófico que impulso a San Agustín hacia el cristianismo es un problema que ha movido a grandes sabios de todas las épocas: la búsqueda de la felicidad. Él opino que la verdadera felicidad consiste en la sabiduría, por lo que toda su vida consistió en una larga investigación de la verdad.
Fue un escritor sorprendentemente prolífico: parece ser que escribió casi 500 obras, de las que las más importantes entre las conservadas son: Las confesiones. La verdadera religión, la ciudad de Dios, La inmortalidad del alma y la ciencia cristiana.
En la filosofía agustiniana, el punto de partida de toda reflexión filosófica es la existencia indudable de un Yo filosofante. No se puede ser un escéptico consecuente, no se puede dudar de todo, pues para dudar siempre hay que presuponer que existe un sujeto que duda. En la duda y el error encuentra San Agustín la seguridad de la propia existencia. La siguiente frase expresa estas ideas: si enim fallor, sum (si yerro, existo).
La filosofía agustiniana no es más que la formulación cristiana del pensamiento platónico. Para Platón existían dos clases de realidades: la sensible y la ideal, y las cosas naturales participaban de la realidad superior de las Ideas; para San Agustín, las verdades particulares que adquiere el hombre mediante la ciencia participan de las verdades absolutas divinas.
San Agustín fue uno de los fundadores de la disciplina filosófica llamada filosofía de la historia, germen de lo que en la actualidad es la sociología.
Cuando Roma fue saqueada por los barbaros de Alarico, los paganos atribuyeron el desastre al abandono de los antiguos dioses y dieron la culpa al cristianismo; decían los paganos que mientras Júpiter fue venerado, Roma fue poderosa, pero que al ser abandonado por los emperadores cristianos, Júpiter dejo de protegerla. San Agustín intento responder a este ataque escribiendo su más monumental obra: La ciudad de Dios, que poco a poco fue superando el proyecto original hasta convertirse en una completa concepción cristiana de la historia.
La idea fundamental de La ciudad de Dios es que la historia tiene un sentido, se dirige hacia una meta, señalada por la providencia divina. Los pueblos pueden rebelarse contra este destino que les impone la providencia divina y formar una “ciudad terrena”, pero pueden también acatar esta ley histórica que les señala Dios y constituir así la “ciudad divina”.

Estos dos esquemas intuitivos (la ciudad terrena y la ciudad divina) le sirvieron a San Agustín para señalar la oposición política entre el Estado y la Iglesia. Durante toda la Edad Media, gracias a la influencia de la Iglesia y a la debilidad de los monarcas y emperadores, los sistemas políticos dominantes fueron teocracias (gobiernos de inspiración divina), pero con la llegada de la reforma protestante paso a primer plano la doctrina contraria: el erastianismo, que predicaba el dominio y la superioridad temporal del Estado sobre la Iglesia.





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