martes, 3 de junio de 2014

La profesión de pensar



La profesión de pensar

Individualmente, la figura del filósofo renacentista y la del filósofo del siglo XVII fueron dispares.
En tanto que los filósofos del Renacimiento llevaron un tipo de  vida aventurero y azaroso, los del siglo XVII buscaron premeditadamente la soledad, que entendían como el ambiente idóneo para la consolidación y adecuado desarrollo de sus ideas. Así, hombres como Descartes y Spinoza se retiraron a lugares recónditos para poder construir  sus sistemas filosóficos, sin revelar su paradero más que a los amigos del círculo íntimo, con el fin que nada ni nadie pudiera entorpecer el libre curso de sus especulaciones. Sin embargo, este retiro espiritual no excluyo que, en algunos casos, como el del mismo Spinoza, Hobbes y Locke, participaran activamente a los avatares políticos de su tiempo.
Aunque sin desaparecer totalmente las persecuciones políticas y religiosas de que fueron objeto los filósofos renacentistas, se atenuaron en el siglo XVII. En esencia, ninguno de los nuevos filósofos se atrevió nunca a negar la existencia de Dios. Aparentaron estar perfectamente de acuerdo con la ideología oficial y la filosofía de los poderes establecidos, cuando en realidad sus ideas suponían un enfrentamiento contra el orden intelectual.
La mayoría de los filósofos del siglo XVII fueron laicos, que meditaban por placer, sin vincularse a las enseñanzas universitarias, que siguieron dominadas por los esquemas medievales. A estos filósofos, las posibles influencias no les llegaron por haber recibido una educación escolar determinada., de la que todos ellos consiguieron librarse en mayor o menor grado. Más bien cabe afirmar que se influyeron recíprocamente, tanto por la lectura de sus propias obras como a través de las críticas que se hicieron mediante una abundante correspondencia.
El progreso del pensamiento, tanto científico como filosófico, recibió un importante impulso con la creación de unas instituciones llamadas Academias, patrocinadas por la burguesía, en donde se oponía la libertad de espíritu y la tolerancia con la anquilosada concepción de la cultura que se impartía en las universidades y en los centros oficiales de enseñanza. Desde el punto de vista de la localización geográfica, el centro de la cultura se trasladó progresivamente desde la Italia renacentista a Alemania, Francia, Holanda e Inglaterra.
España quedo lamentablemente al margen, tanto del Renacimiento como de la nueva filosofía, a causa del triunfo de las ideas de la Contrarreforma religiosa.



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