Razón frente a experiencia
Es cierto que la polémica entre racionalismo y empirismo
caracteriza la filosofía de este periodo, aunque no debe olvidarse que tanto
una como otra corriente compartían la representación de una actitud
intelectualista, definida por su oposición al misticismo del pasado. Un papel
importante lo desempeño el creciente dominio de la matemática, que permitió con
su aplicación el rápido progreso de las ciencias naturales, convirtiéndose en
el modelo de referencia para los que intentan alcanzar la auténtica perfección filosófica.
Cabe hablar de una verdadera “matematización de la filosofía”, que alcanzó su
punto culminante con Spinoza.
El pensamiento del siglo XVII fue una filosofía conectada y coherente,
aun en el enfrentamiento antagónico de distintas corrientes; así, por ejemplo,
en el problema epistemológico (la teoría del conocimiento), uno de los
fundamentos de la nueva filosofía, se percibe claramente la reciproca relación entre
los grandes filósofos. Por ejemplo, Descartes concedió a las ideas innatas, la función
principal del conocimiento. En cambio, la teoría de las ideas innatas fue
combatida inmediatamente por Locke, reivindicada después por Leibniz, de nuevo
combatida por Hume y finalmente restaurada por Kant en el marco de la Ilustración.
También el problema de la sustancia puede servir para
precisar la coherencia entre todos los más importantes filósofos del siglo
XVII, como se expondrá al tratar detalladamente de ellos.
Si de los dos instrumentos que posee el hombre para
apropiarse de la realidad y establecer conceptos (la razón intelectual y la
experiencia sensorial) se considera que la única fuente de conocimiento valida
y cierta es la razón, entonces esta tesis es racionalista. Tal es la actitud o
punto de partida de Descartes, Spinoza y Leibniz. Por el contrario, si se
considera que únicamente la experiencia sensorial, es fuente de conocimientos indiscutibles
y certeros, entonces tal es la tesis empirista. Esa era la actitud de Bacon, Hobbes,
Locke y Hume.
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